Cuando reconocemos la Primera Identidad empezamos a ser individuos. La identidad te hace protagonista, entiendes tu entorno…y cualquier aspecto de él cobra sentido. El conocimiento ubica. Saber quien somos es un largo camino, y hay que empezar por el principio.
El protagonismo es sentido de la vida, que cobra identidad. La relación con el entorno empieza a ser diferente, pues eres tú el que buscas. El interés deja de ser el del grupo. Si decides seguir la moda, por ejemplo, es porque a ti te gusta, no porque son las tendencias del momento. Tu decides, no es alguien que decide por ti.
A partir de aquí se crean sociedades de individuos que eligen sabiamente, que no son influídos y que descartan aquellos que buscan el liderazgo para suprimir a la población. Un cambio lleva a otro…
Quiero hablaros de uno de ellos, la capacidad de transformación, algo que considero una labor extremadamente necesaria en este momento. La manera más sencilla de verla es a través de nuestros desechos. Todos van a la tierra, a las aguas, al aire, al entorno… Y es el entorno el que intenta transformarlos, entran en la cadena alimentaria de los animales entre oras cosas. Nuestro cuerpo cuando comemos inicia una labor de transformación, donde extrae los nutrientes del alimento y saca fuera del cuerpo lo que no ha podido «transformar». Los desechos son como venenos para nosotros, lo que el cuerpo no quiere, o no le sirve lo expulsa. Y, ¿qué es lo que no quiere? De entrada, lo que no ha podido transformar…Es decir, el proceso de transformación se realiza pero a medias. Unos individuos transforman más y otros menos. Transformar es una capacidad en constante perfeccionamiento, que aumenta con el desarrollo de la conciencia. Nuestro avance evolutivo en el cuerpo físico nos lleva a una exquisita sensitividad, que no es más que conciencia. En los órganos es esto. Así pues, una vejiga más «evolucionada» o más perfeccionada transformará mejor nuestros líquidos. El beneficio es para todos. En uno mismo el aprovechamiento del agua y los nutrientes es más eficiente, con lo cual optimizamos recursos (algo muy útil cuando falten), y en el medio ambiente vertemos unos residuos más «puros»…seguramente serán elementos que nutrirán la tierra, pues la acción en sí está valorada y impulsada por un acto de voluntad simbiótica.
Pero el asunto no queda aquí… La transformación que sufren los órganos de nuestro cuerpo para realizar este evento es un perfeccionamiento que nos lleva al desarrollo de aspectos psíquicos que tienen que ver con cada órgano en cuestión. Si lleváis el evento más allá del concepto podéis deducir lo que os quiero decir, pero más lo sabréis cuando lo realicéis.
Un individuo es responsable de sus residuos, de cualquier tipo. Con su transformación crece y aporta algo mejor de sí mismo al mundo. Esto lo podemos aplicar a cualquier cosa que sale de nosotros. Y el resto del entorno lo agradece…pues no solo emitimos, sino recibimos. Por esto es un acto de responsabilidad de cada uno, si el otro no transforma te repercute a ti.
Evolucionar implica cambiar el eliminar por el transformar… Somos responsables de lo que transformamos y recibimos lo que transforma el otro. Es un acto de conciencia, que podemos ahora hacer cada uno perfectamente.
Escrito por Meritxell Castells 10/9/2013
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